domingo, 20 de junio de 2021

Nunca supe cómo explicártelo

 "Nosotros, los de antes, ya no somos los mismos" 

 

Al final de alguna forma u otra siempre termina siendo Quique. Demasiados años junto a su música para que no volviera a este rincón que roba su nombre de otra canción suya hablando de él. Quería un comienzo mejor. Algo mucho más bonito o sentido. Quizá incluso algo deslumbrante por aquello de la vanidad. Así que le robé la frase a otro y terminé citando a Neruda (he tenido que buscarlo, no me escondo) por la frase que define un poco mi relación actual con él.

Su música marcó mi vida durante una cantidad inimaginable de tiempo, hasta el punto de que muchas canciones me cuesta separarlas de mis propias vivencias. Forma parte de mi vida como recuerdos de sitios a los que fui o gente que conocí, y muchas de sus canciones suenan dentro de mi cabeza sin motivo y son parte de mi propio cuerpo a un nivel casi fisiológico. Así que cuando saca una nueva canción supongo que aún se lo debo. Incluso cuando ya la sensación es otra porque ni él ni yo seamos ahora las mismas personas en cuyas vidas convergían sus canciones. Crecer con tu músico favorito puede ser bonito y frustrante, pero en el fondo lo más natural es reconocer que es sencillamente algo inevitable: hay que admitir que nuestras sensibilidades pueden separar sus caminos amistosamente y que poco a poco cada canción o disco nuevo sea agradable pero ya no aquel acontecimiento que una vez fue. Y es, en cierta manera, liberador. A Quique no le corresponde responder a mis expectativas ni a mí el imponérselas a estas alturas a su obra. 

Así que ahora escucho Puede que me mueva creo que por tercera vez y espero a ver qué dicen de ella mis palabras. Habría querido que fuera algo más espectacular. Tanto su canción como mis palabras, claro. Seamos justos y exijamos por igual. Ésta no es la entrada que había imaginado pero es la que puedo ofrecer. Sigue cantando maravillosamente cuando dice "quiero intentar vivir", y puede que incluso mejor cuando frasea "quiero intentar sobrevivir" arropado por esos acordes tan familiarmente suyos y, por complicidad, tan míos. Va a ser el músico de guardia que me acompañe siempre, incluso cuando las canciones no me dejen mucho más que un par de sus frases inconexas tan suyas de ésas que te hablan sin decirte apenas nada en su contexto. Me habría gustado que me emocionara más o que yo esperase menos. Habría sido bonito reencontrarme con las ganas inmensas y no solo con esa sensación de alivio que produce ver que un viejo amigo apenas ha cambiado. También me habría gustado escribir algo mucho más hermoso, interesante o -sencillamente-inspirado. Pero aunque sienta que sus canciones ya no le hablan tanto a mi corazón como quisiera, yo también quiero dejar de sufrir por mucho que te duela justo en este momento de mi vida. 

Así que tal vez Quique ahora no me esté dando lo que quiero pero sí podría ser lo que necesito.

Quizás, al fin y al cabo, los de antes aún no seamos tan distintos.



martes, 12 de marzo de 2013

Eternal sunshine(s)



Nadie podrá con nosotros                   



miércoles, 9 de enero de 2013

The moment you know...


As long as there's Sun, 
as long as there's rain, 
as long as there's fire...

                               As long as there's me,

as long as there's you.
 

(Where are we now?.- David Bowie)

domingo, 2 de septiembre de 2012

Tristeza

  “La tristeza es algo constante. 
Las canciones se dedican a tapar la tristeza 
igual que el ruido tapa el silencio. 
Así que cuando las canciones se acaban, 
vuelve la tristeza.”

(Ray Loriga)


El problema viene mucho
después,
cuando todas las canciones
se terminan
y la música ha dejado
-para siempre-
de sonar.
Cuando ya se hace real
lo imposible:
bajarse de un escenario
al que nunca
nos habremos subido.



Tengo mi tristeza siempre ahí...

sábado, 28 de julio de 2012

Declaración de principios

(A propósito de este discurso improvisado de Jeff Tweedy en un concierto)




"A la gente que está hablando durante esta actuación, tengo una pregunta para vosotros: ¿qué puedo hacer para ofreceros un servicio mejor? ¿No estoy tocando las canciones adecuadas? ¿No estoy volcando el corazón lo suficiente en vosotros? Decidme qué necesito hacer para conseguir que lleguéis a escuchar el concierto por el que habéis pagado por ir a ver. Lo digo en serio: honestamente, quiero… quiero ser lo mejor que pueda ser para vosotros. Quiero haceros felices, y si sois felices hablando, entonces ¿para qué habéis venido aquí? Porque yo también estoy aquí y, bueno, quiero que todos nosotros estemos aquí juntos. ¿Podéis callaros por una vez en vuestra puñetera vida y divertiros un poco sin mover la boca? Bien, ahora en serio: quiero… quiero decir que… ahora mismo estoy totalmente desengañado. Realmente lo estoy. Quiero que seáis felices, pero no entiendo… quiero decir: ¿no podéis oír allí al fondo? ¿No podéis oírme los del fondo? Bueno, ¿sabéis por qué? ¡Porque estáis hablando!

Ok, no, en serio, honestamente: sería muy muy chulo si vosotros, si todo el mundo estuviera realmente callado durante un instante. Sentirte a ti mismo en una habitación llena de gente con todos sus corazones latiendo y todos sus pensamientos y sentimientos… y vosotros sois parte de eso. Tú no eres sólo tú, eres parte de un grupo de gente de una forma realmente hermosa. Es algo realmente maravilloso ser parte de. Pero tenéis que prestarle atención. No es sólo por mí. No se trata de ser una especie de artista engreído, es lo que hacéis cuando vais a un concierto: sois parte de ello. ¿No os sentís al margen de todos los demás? Sois parte de algo, eso es maravilloso, es algo desbordante. Y, en serio, si queréis que toque algo realmente rockero o popero sólo con una guitarra acústica, lo intentaría. Si queréis cantar conmigo, eso es lo que más me gusta del mundo. Podríamos hacerlo. Chicos, si os sabéis las letras de las canciones, decidme cuáles queréis que toque y las tocaré."


"Music is my savior
I was maimed by rock and roll
I was tamed by rock and roll
I got my name from rock and roll"


(Sunken treasure.- Jeff Tweedy)

martes, 26 de junio de 2012

Música desde la orilla

Concierto del Día de la Música (Teatro Duque; 21/06/12)


Una luz que va apagándose sin más
eso es lo que sucede.
Una luz que va apagándose sin más
eso es lo que más duele.

Yo no voy a ser quien te haga ver

que estás equivocada.
Yo no voy a ser quien te haga ver
que esto no es una guerra.

Tormentas que van anunciando el final

y el final nunca acaba.
Palabras que van afilando y al final,
al final se nos clavan.

(Tormentas.- McEnroe)




La chica de la primera fila giraba la cabeza como si esperara a alguien. A fin de cuentas, ¿quién no lo hace? Da igual si viene de camino o si en realidad no va a llegar nunca: el caso es que todos -de una manera o de otra- esperamos a alguien. O, al menos, eso era lo que pensaba mientras debatía conmigo mismo acerca de si me atrevía a intentar ocupar la silla que permanecía vacía a su lado...

Supongo que hay que ser muy loco o muy valiente para ir solo a un concierto de McEnroe. Aunque no fueran del todo McEnroe, ya que esta vez actuaban en formato "trío improvisado" (con "un primo" a la guitarra y David Cordero -de Úrsula- a la batería). Pero daba igual mientras estuviera la voz estremecedora de Ricardo Lezón al frente. Hiriendo en cada nota. Rasgando partes de nosotros que no dolían antes de que empezara a cantar desde esas letras capaces de tocarte el alma hasta hacerte un daño tan necesario. Haciéndonos llorar por dentro. Porque la música de McEnroe tiene algo de mar: es capaz de mecerte mansamente si te dejas llevar, casi hipnotizado por la belleza de sus melodías (son especialmente asombrosos los acordes de guitarra en sus canciones), pero también de darte un revolcón si las olas de repente aprietan, hasta el punto de correr el riesgo de ahogarte en su voz, en sus canciones. 

Y sin embargo, incluso con el corazón encogido a costa del dolor que encierra la poesía desgarrada de sus letras, y esa voz a ratos lastimosa, doliente, emocionante hasta un punto difícilmente definible de Ricardo, uno termina despertando en la orilla después del naufragio. Y es posible que incluso la sal del agua de ese mar ayude, al final, a curarnos -de algún modo- las heridas.



sábado, 17 de marzo de 2012

Música para corazones incendiados

*Crónica del concierto del 2 de marzo

Hay algo maravilloso en la música. Algo que te permite salir con una sonrisa de un concierto en el que todas (o casi todas) las canciones suenan tristes, desgarradas, oscuras y profundas. Algo que te acaricia el alma cuando sientes una armónica que se cuela hasta el fondo del corazón o las notas de un piano estremeciéndose con tu cuerpo en el asiento. Y es algo que no acertamos a explicar. Algo a lo que –casi diría que- renunciamos a explicar.

Puede que de eso se trate al fin al cabo el rompecabezas que A jigsaw proponen en su nombre: de no intentar resolverlo, de sencillamente dedicarse a disfrutar de cómo se mueven las piezas descolocándolo todo para que de alguna manera pueda estar en su verdadero sitio. Disfrutar de cómo la guitarra acústica acompaña todo el tiempo la voz grave, profunda, coheniana de João Rui apoyada a veces en pianos, teclados, auto harpas, percusión y demás instrumentos cuyo nombre ni siquiera conozco. Resulta asombroso que tan sólo dos músicos consigan recrear todas esas sensaciones así, con esa maravillosa armonía que mostraron sobre el escenario llenando el aire de música, de sentimiento, de arte. Y eso que les faltó el acompañamiento de un tercer miembro, la chica que según nos comentó con simpatía João había sido operada el día anterior “pero estaba bien, tranquilos”. Hicieron una de esos recitales que podrían calificarse de emocionantes, sin ningún tipo de alarde ni despliegue pero llenándolo todo. Incluso el silencio. En un ambiente recogido y respetuoso sobre el pequeño escenario del auditorio del CICUS, desgranaron un repertorio basado esencialmente en sus dos últimos discos (Like the wolf y Drunken sailor & happy pirates), pero que incluía también varias caras B y temas de EPs incluso editados en cinta de cassette (“para aquellos a los que les gusten los coches viejos”, en una divertida dedicatoria de João).

E incluso para alguien que, como yo, se acercara a verlos por primera vez y desconociera las canciones (y en consecuencia la inmensa mayoría de sus títulos), resultaba inevitable no dejarse invadir por esa voz profunda en temas como The strangest friend, con esos teclados tan de Leonard Cohen, emocionarse hasta casi sentir escalofríos en los temas donde acompañaba la armónica o admirar la capacidad de cantar –en ocasiones- líneas de alguna estrofa sin instrumento alguno más que la voz y el silencio alrededor de ella. Y admirar el sentido artesanal de sus melodías, tan ricas en instrumentación que incluso llegaban a echarse de menos a veces los violines sin haberlos escuchado nunca previamente. Y sonreír con las referencias literarias mencionadas por João Rui, como Steinbeck o Tolstoi, sabiendo de antemano que alguien que canta así no puede sino amar los libros como la música. A este último incluso dedicaba una canción, acaso la más emocionante de todo el repertorio para mi gusto, la inmensa No more que no me dejó más opción que buscar su disco a la salida del concierto; no como un gesto de apoyo hacia un grupo que había dado un extraordinario concierto, sino casi como una necesidad. Quería poder escuchar otra vez sus canciones cuando ellos ya no estuvieran sobre aquel escenario.

Aunque incluso entonces aún me duraría la sonrisa que consiguieron sacarme con la autenticidad que transpira la música en cada una de sus grandes –y tristes- canciones.