jueves, 29 de octubre de 2009

Daiquiri blues

"Toda mi vida son cuentas pendientes y ésta nunca será tu canción favorita"

(Un arma precisa.- Quique González)







Una voz familiar cuenta -casi susurrando- hasta tres, empieza a recitar suavemente un verso -tiembla la luz en el umbral- y, de repente, la música cobra vida al compás de los latidos de una guitarra que parece abrirse paso entre el humo de un bar. Así comienza Daiquiri blues, nuevo disco de Quique González -octavo en su carrera- con el que pretende mostrarnos, según sus palabras, "un poco de paraíso en el infierno y un poco de infierno en el paraíso." Y, quién sabe, quizá sea cierto que hay algo de eso dentro de las trece canciones que lo componen. Porque si por algo se caracteriza este disco de González es por ese tono melancólico que ya es casi "marca de la casa", pero en esta ocasión impregnado especialmente de una cierta alegría, a veces casi de una dulzura melódica, inherente a esa presunta tristeza.

En cierto modo de eso habla todo el tiempo la homónima Daiquiri Blues, en la que Quique canta "resucito con tu latido" y "no sé qué voy a hacer contigo" a un mismo viejo amor que bien podría ser incluso su propia -dulce, poética- melancolía. Pero no sólo de ella vive el disco, ni mucho menos. Al segundo corte la luz ya ha dejado de temblar y el sol entra por un ventanal radiante, luminoso, desbordante de una melodía e instrumentación que, tras escuchar Cuando estés en vena, ya vale el esfuerzo realizado. Porque para este disco Quique González se pagó de su bolsillo la grabación en Nashville con Brad Jones (productor entre otros de Josh Rouse) y unos músicos de primera fila que han tocado con figuras de la música americana como Bob Dylan, Leonard Cohen o Wilco. El resultado es un sonido de corte clásico y raíces profundamente americanas, con arreglos de cuerdas, pedal steel u órgano hammond sonando de fondo en muchas canciones. Un nuevo giro estilístico -y van...- en su carrera después del emprendido en Avería y Redención #7, donde la batalla consigo mismo se tradujo en un sonido denso, oscuro, a veces casi atormentado que ahora deja paso a canciones más sencillas, melódicas, tocadas impecablemente y -eso sí que no ha cambiado- cantadas cada vez mejor. Retomando la línea mostrada en algunas de las composiciones de su Ajuste de cuentas, Quique entona canciones con alma de blues, llenando su voz de nuevos y evocadores matices; incluso se atreve a adentrarse en terrenos jazzísticos con un tema (Riesgo y altura) que podría ser banda sonora de cualquier película de cine negro en la que haya un pianista tocando entre el humo de algún bar y una chica en la barra a la que invitar a la (pen)última copa.

Pero, sobre todo, en este disco hay una serie de canciones sencillamente hermosas -o hermosamente sencillas-, una suerte en la que siempre ha sido particularmente afortunado -qué injusto hablar de fortuna cuando se tiene talento, por otra parte- Quique para dar con la tecla adecuada. No hay más que escuchar la ya clásica La luna debajo del brazo, tocada en casi todos los conciertos de su anterior gira, o la propia Cuando estés en vena para darse cuenta de que esta vez la consigna era complicar las cosas lo menos posible y dejar que las canciones transcurrieran por sí mismas, arropadas cálida y artesanalmente por su propia melodía y por los instrumentos de una forma en cierto sentido casi etérea. Se trata de un disco donde abundan, en general, los medios tiempos repletos de arreglos sencillos y delicados, a veces en la línea de los últimos Wilco, con un sonido envolvente, atmosférico y por momentos radiante, como en Su día libre (la favorita de González en este disco), Hasta que todo encaje(tal vez una de las más ornamentadas del cd) o Deslumbrado, acaso una de las mejores canciones del disco por composición, ritmo e incluso letra -aunque ya se sabe que con Quique hay que estar atento a cada frase de cada canción, porque alguna puede clavarse dentro cuando menos te lo esperas- y candidata a ser la primera que tararea uno sin darse cuenta después de varias escuchas, además de futuro hit a poco que la electrifique algo más en los conciertos.

Daiquiri blues es, en definitiva y subjetivamente -como no puede ser de otro de modo cuando hablo de Quique González-, un nuevo paso en la evolución de uno de los tipos más coherentes que se dedica a hacer canciones en este país. Uno de esos discos destinados a hacerse más grandes con cada escucha, y no sólo por su formato especial -incluye un dvd del making off y el diseño del libreto corre a cargo del magnífico Fernando Maquieira y es, como de costumbre, una maravilla- que me impide guardarlo en la torre con el resto mis discos. A fin de cuentas, también se trata de eso para quienes creemos en las metáforas.

¿Cómo no iba a ser -entonces- más grande que los demás un disco en cuyas canciones caben tantas partes de nuestra propia vida?