domingo, 17 de octubre de 2010

Felicidades



"Sé de sobra que cuando hablo de Quique González no soy un observador imparcial, ni probablemente sea muy objetivo analizándolo. Tampoco lo pretendo, porque la mayor grandeza de su música es que ha conseguido precisamente eso: que no pueda pensarla como algo distante de mí mismo, como algo ajeno sobre lo que pueda analizar fríamente. Que yo no pueda simplemente escucharlo, sino que tenga que sentir sus canciones."



(Extracto de la crónica del 22 de junio de 2006, primer concierto suyo al que asistí)



Aunque a veces lo parezca, no soy ninguna clase de mitómano, ni el típico seguidor fanático que busca autógrafos, fotos o cualquier acercamiento a su cantante favorito. Es más, ni siquiera había caído -en realidad- en que hoy era su cumpleaños. Pero una vez dicho esto, ¡Qué demonios! Si alguien se merece una actualización así -por algo tan accidental y mundano como el hecho de cumplir años- no puede ser otro que él...


Nuestro querido músico de guardia favorito :)





"Cuando vi que te perdía por la puerta de salida
me apretaba el corazón, me acorraló la policía
y se vino abajo el techo,
consecuencia del incendio que brotó.
Cuando vi la forma en que me conocías:
la manera de mirar, el modo de entender la vida,
los espacios donde miras,
gracias Fito Quique por decir exactamente lo que vi.
Ya vendrán noches más frías
si no vuelves a entrar,
ya vendrán a la guarida de la soledad.
Ya vendrán noches mas frías
si no vuelves a entrar,
ya vendrán y me tendré que acostumbrar.
Cuando viste que sólo era un suicida kamikaze,
un egoísta irresponsable a punto de romper el cable,
con querencia a la bebida avería,
sólo un loco que decía 'no te marches, por favor'
personal, intransferible y -casi- sin redención.
Cuando viste que tan sólo a duras penas
me podía levantar, curaste todas mis heridas.
Me solías esperar y es por eso que ahora
sé que no podría prescindir de vos ti.
Ya vendrán noches más frías
si no vuelves a entrar,
ya vendrán a la guarida de la soledad.
Ya vendrán noches mas frías
si no vuelves a entrar,
ya vendrán y me tendré que acostumbrar."


(Fito Quique.- Quique González)

lunes, 21 de junio de 2010

Día de la música

"To you this may be nothing, It's something to me..."

(This raging light.- David Fonseca)



Por pura casualidad (o -tal vez- mejor dicho, causalidad) he llegado a la música de un artista portugués llamado David Fonseca. Primero leí su nombre en una entrada de un blog musical y apunté mentalmente como tarea pendiente investigar sobre él y su música. Luego me olvidé de hacerlo, claro. Pero a los pocos días, de repente, se asomaba la portada de su último disco desde la estantería de unos grandes almacenes y lo interpreté como una señal que no debía pasar por alto. Y en ese punto decidí escuchar alguno de sus discos aprovechando las facilidades que hoy día nos da internet. Opté por el penúltimo (creo) en lugar de por el que me había encontrado, de forma que en lugar de entre las olas me encontré de repente soñando en colores.

A decir verdad, no recuerdo tener una sensación de especial asombro o de nada que me llamara demasiado la atención al escucharlo. Quizá también fuese porque no se debería escuchar música que no se conoce demasiado mientras se hacen otras cosas, pero no pensé que fuera a volver sobre ese disco en poco tiempo... hasta que sonó una canción. Tuve que abrir la ventanita de cierto programa de música online para darle al botoncito anterior y quedarme con el nombre. Se llamaba -y se llama, claro- This raging light y es motivo suficiente para editar un disco. O, al menos, a mí me lo parece.




A veces ocurre que una canción se te mete en la cabeza y no sabes explicar por qué, ni te importa. Luego, pasan los días y empiezas a buscar motivos: desde la voz profunda del propio David, que empieza casi recitando a lo Leonard Cohen, pasando por esos arreglos iniciales que a mí -desde mi desconocimiento- me llevan hacia aromas de fado y llegando a ese ritmo imparable que alcanza la canción con los samplers de fondo y los instrumentos subiendo de revoluciones. Me parece una melodía de una riqueza inusual y con una frescura que se echa en falta en la mayoría de propuestas actuales. Por ahí me lleva hacia ese toque melódico que tanto me gustaba de Nelly Furtado en sus comienzos, con aquel disco maravillosamente exótico y diferente que fue -que es, que sigue siendo- Whoa Nelly o -en menor medida- Folklore, antes de que se pasara definitivamente al grupo de artistasvendediscosquecolaboranconproductoresestrella para convertirse en una Shakira más.

Y me recuerda también, de algún modo, a otra maravillosa desconocida: la italiana Elisa Toffoli, más conocida sencillamente como Elisa. Supongo que es un poco porque también canta en inglés, a pesar de ser mediterránea, y -esencialmente- porque, como él, hace buena música. Buenísima, de hecho, en el caso de mi querida Elisa (de la que ya si eso hablaré con mayor detenimiento en otra ocasión). Y el caso es que en ese punto me encuentro pensando en que el tal David Fonseca es un ídolo en su país moviendo a las masas en festivales, y Elisa llena estadios en Italia hasta el punto de hacer espectáculos artísticos globales como si fuera una estrella de la música estadounidense. Y aquí, en España, uno mira quienes llenan estadios y casi le da por echarse a llorar. Igual que si uno mira cuánta gente propone cosas diferentes con su música. A cuánta gente que de verdad se arriesga con sus canciones, que trata de transmitir algo a alguien más que de simplemente llegar a mucha gente se le otorga, al menos, la mitad del reconocimiento que merece. Y a uno, pensando en eso, no se sabe si le entran ganas de celebrar o no el día de la música.

Pero de repente viene Elisa y canta:

"Music is the reason why I know time still exists"

(La música es la razón por la que sé que aún existe el tiempo)





Y entonces, todo vuelve a estar un poco más en su sitio.


¡Feliz Día de la Música!

miércoles, 12 de mayo de 2010

Memoria de un poeta


”Un duelo salvaje advierte
lo cerca que ando de entrar
en un mundo descomunal,
siento mi fragilidad…
Vaya pesadilla, corriendo
con una bestia detrás.
Dime que es mentira todo,
un sueño tonto y no más.
Me da miedo la enormidad
donde nadie oye mi voz…”

(Lucha de gigantes.- Antonio Vega)



Puede que haga unos seis o siete años que grabé aquella cinta –un cassette de los de toda la vida- en el equipo de música comprado un par de meses antes. Era por aquel entonces la única con duración de 90 minutos que tenía, y puse a grabar el concierto básico que emitían una tarde/noche de domingo en aquel verano. Emitieron el Básico de Antonio Vega y aquel concierto se quedó grabado en la cinta para siempre. Como sólo duraba una hora, poco a poco fui rellenando el tiempo restante con más canciones. Un día emitieron un programa en M80, en el que Santi Alcanda hablaba de poetas urbanos o algo similar, y “pinchaba” canciones de Enrique Urquijo, Antonio Vega y Quique González. Creo que fue en aquel programa en el que escuché la versión de Bajo la lluvia (un directo en Bilbao) por la que poco tiempo después me compré Salitre48. Eran tiempos en los que aún no tenía internet, así que recopilaba música “artesanalmente” conforme sonaba a través de la radio. Hace algo más de dos años que perdí aquella cinta, y no puedo evitar echarla en falta cada cierto tiempo cuando recuerdo que no puedo volver a escucharla. Había pasado -casi inmediatamente- a convertirse en mi favorita de entre todas las que había grabado en esa época. A pesar de que no estaban todas las canciones del Básico de Antonio, y de que Enrique sólo tocaba con Los problemas (en lugar de hacerlo con Los Secretos, por los que yo lo conocía hasta entonces). A pesar de que seguía faltando un dueto, porque Quique y Antonio nunca habían colaborado hasta entonces y ya nunca vayan a poder hacerlo.

Hoy hace un año que murió Antonio Vega, víctima de un cáncer de pulmón a la edad de 51 años, y aunque es cierto que desde hace bastante tiempo ya era casi un fantasma de sí mismo, es inevitable sentir una cierta -y honda- tristeza dentro de uno mismo por su pérdida. Aunque en los últimos tiempos ni siquiera pudiera verlo cantar porque me daba una lástima enorme comprobar el estado en el que se encontraba, me alegraba saber que seguía dando conciertos, haciendo que la música formara parte de su vida como siempre lo ha sido ella -su propia vida- de sus canciones de forma triste y hermosa hasta cotas difícilmente explicables sin conocerlas. Y es inevitable, sin embargo, la tristeza; porque cada vez que se muere un poeta -sólo hay que prestarle atención a algunas de sus canciones para disipar las dudas acerca de que Antonio lo era- las palabras se nos quedan un poco más temblorosas de lo habitual, tiritando de ese frío repentino que provoca su ausencia y la triste certeza de que él ya no volverá a poder elegirlas para ser parte de alguna de sus maravillosas canciones.

E igual que no podré olvidar nunca aquella cinta aunque se perdiera, tampoco olvidaré nunca la música -la poesía- de Antonio Vega, por más que ya haga un tiempo que se ha ido definitivamente a descansar en su particular y eterno sitio de recreo.



”Donde nos llevó la imaginación,
donde con los ojos cerrados
se divisan infinitos campos.

Donde se creó Ia primera luz
germinó la semilla del cielo azul,
volveré a ese lugar donde nací .

De sol, espiga y deseo
son sus manos en mi pelo.
de nieve, huracán y abismos
el sitio de mi recreo.

Viento que en su murmullo parece hablar
mueve el mundo y con gracia lo ves bailar
y con él el escenario de mi hogar.

Mar bandeja de plata, mar infernal,
es un temperamento natural ,
poco o nada cuesta ser uno más.

De sol, espiga y deseo
son sus manos en mi pelo,
de nieve, huracán y abismos
el sitio de mi recreo.

Silencio, brisa y cordura
dan aliento a mi locura.
Hay nieve, hay fuego, hay deseos
allí donde me recreo.”




viernes, 23 de abril de 2010

La dimensión reconocida



"Aunque me vistas de negro, seguiré siendo de pueblo..."
(The New Raemon; sala Fun club, 16/04/10)


Como si de un chiste (malo) del propio Ramón Rodríguez (alma máter de The new Raemon) se tratara, entré buscando aparcamiento por una paralela a Resolana y tras diversos callejeos inverosímiles y un no-giro a la derecha de lo más inoportuno aparecí en la Encarnación en una maniobra digna de haber sucedido en La dimensión desconocida . Llegué, a pesar de todo, con los pies más mojados de lo deseable pero las ganas intactas de concierto, justo a tiempo para escuchar al telonero -Dani Llamas- que me sorprendió gratamente: sonido muy americano de folk-rock acústico y buena voz. Posiblemente no lo más indicado para calentar a un público de noche lluviosa, pero sí interesante para merecer una segunda escucha con más calma en otro momento.

A continuación salió The new Raemon, con el propio Ramón a la cabeza (y barba) acompañado de bajo, guitarra, batería y teclados para dar comienzo con el verdadero concierto esperado por todos allí. Y, sin duda, no decepcionó lo más mínimo en su propuesta. Comenzó tocando temas de su segundo disco (La dimensión desconocida), como la sencilla Estupendamente o la siempre pegadiza e imparable Sucedáneos, que mejoran en directo las versiones grabadas en el estudio (si bien eso es algo que hizo durante toda la noche con todo lo que fue tocando). Además, a las primeras de cambio -casi diría que sin tiempo para prevenirse- soltó una de las balas que yo hubiera dejado en la recámara hasta más tarde tocando la inmensa Por tradición, con la que se ganó ya por completo al público (si es que no lo tenía ganado de antemano).

Leí una vez a Zahara dicendo de esa canción que era “una de las más emocionantes que había escuchado durante 2009”, y lo cierto es que no puedo definirla de un modo mejor. Porque Por tradición es una de esas canciones que justifican un disco por sí solas, que te estremecen siempre en el momento más (in)oportuno; una de esas canciones que, en definitiva, no puedes evitar que te hablen directamente a los ojos y te alcancen hasta lo más hondo del corazón.



Una de las cosas que más me llaman la atención de Ramón es su bendita inquietud artística. Además de ser la voz cantante de uno de los grupos –para mi gusto- más interesantes de la escena indie pop-rock nacional (los magníficos Madee), tiene esta suerte de “proyecto paralelo” en el que da rienda suelta a un estilo tan peculiar como interesante que es el sonido de The new raemon, una especie de híbrido de cantautor moderno y banda indie-pop con un estilo y un sentido del humor muy particulares, capaz de reírse de sí mismo constantemente y, a la vez, de llegar a describir sentimientos que te llegan con una facilidad y sencillez pasmosa en sus canciones. Durante la noche siguió desgranando más y más temas de su último disco, como la homónima La dimensión desconocida, Variables o Dramón Rodríguez. También intercaló, cómo no, grandes temas de su primer disco (“ése del que todo el mundo dice que mola más”) como Saben aquel que diu -con reivindicación del gran Eugenio por parte de un divertido Ramón-, La cafetera o Fuera complejos, así como canciones de sus EPs como la preciosa y emocionantísima Vale por todo lo bueno, las versiones de Nueva (buena) Vulcano Mano izquierda y Te debo un baile (especialmente hermosa su interpretación de esta última solo a la guitarra acústica) o la sorprendentemente optimista – hablamos de Dramón, claro- La mesa redonda, quizá una de sus canciones más luminosas y brillantes. Merece una mención especial la versión en directo de ¡Hoy estreno! con mucha más participación de guitarra en su parte final que en el disco, que incluso hizo pensar en si no sonaría aún mejor el repertorio con algo más de protagonismo eléctrico en la mayoría de temas.

Y para terminar, sonaron todos los clásicos y un quejido lastimoso, varios puntos de sutura, todos los clichés de una ruptura. Y a fe que no había mejor forma de hacerlo que con éxitos tan rotundos -además de celebrados por el público- como esas maravillosas (y tristes) historias cantadas por el gran (D)Ramón en Hundir la flota o Tú Garfunkel , en las que el peculiar lenguaje de su autor alcanza las mayores cotas de emoción mediante sus giros de voz tan acertados como de costumbre y a base de sencillas pero impactantes imágenes cotidianas (siempre me ha parecido inmensa la frase y abrazamos las cucharas, para ver si alguna encaja). Canciones que, a pesar de su mínima difusión mediática, son capaces de llegar mucho más lejos dentro de la gente que la inmensa mayoría de lo que suena por las radios hoy en día.

El concierto fue, en definitiva, una demostración del crecimiento imparable de Ramón Rodríguez como artista, de cómo sus canciones crecen sobre el escenario al margen de lo que ya sonaba tan bien en sus discos y la confirmación de que –a estas alturas- le quedan ya bien pocos complejos de los que deshacerse mediante sus canciones como The new Raemon.

miércoles, 14 de abril de 2010

De riesgo y fábulas


(Zahara y los fabulosos; Sala Malandar, 19/03/10)


Uno de los riesgos de acudir a un concierto de Zahara es saber que tal vez no encuentre las palabras necesarias para transmitir las sensaciones que crean en mí sus canciones. Sin embargo, quizá sea justo por eso que uno se siente en deuda con ella para tratar de buscarlas -pase el tiempo que pase- desde que ella se ha bajado del escenario.

Pero si hablamos de riesgo, hay sin duda otro mayor en sus propias canciones: el de encontrar de pronto palabras atravesadas, a medio camino entre el corazón y la cabeza unas, otras quizá clavadas en el pecho y, quién sabe, alguna incluso caída al suelo desde la cicatriz -cerrada o no- de cualquier herida. Si nos dejamos llevar por lo que suena en la radio o las etiquetas –las odiosas etiquetas- que la clasifican en un determinado sonido “alegre” o “fresco” quizá no sea lo habitual, pero sí probablemente lo esencial, lo verdaderamente perdurable. Es cierto que Zahara tiene una gran habilidad para tocar canciones extraordinariamente bonitas. Y lo son en el mejor sentido del término, en la mejor tradición pop: sencillas, rítmicas, alegres y pegadizas. En ese sentido me recuerda siempre a grupos como Travis (uno de mis favoritos), y con el sonido eléctrico de su banda –especialmente ahora- las ha dotado de una fuerza con la que es materialmente imposible quedarse quieto al escuchar temas como Merezco, Chica pop, la canción más fea del mundo o Zapatos rojos.



Sin embargo, no es ahí donde radica el mayor talento de Zahara. Su verdadero fuerte, la razón esencial por la que merece -y mucho- la pena ir a verla está en volcar el corazón en las palabras, en entender la música como una emoción incontenible y en cantarla –vivirla- con toda la pasión necesaria. En estremecerte con algo tan sencillo y tan complejo como dos puñeteros versos en los que sientes su dolor y el tuyo con toda su crudeza y su hermosura. Si hay algo por lo que definiría a Zahara es porque –incluso pareciendo a veces casi salida de un cuento- es imposible no creértela cuando canta canciones como Photofinish, Con las Ganas o El lugar donde viene a morir el amor. Porque, a veces, escribe canciones que relativizan etiquetas o conceptos: no es una cuestión de calidad, de estilo o de belleza. Es una cuestión de necesidad, de autenticidad, de emoción.

Quizá ése sea en realidad su secreto: Zahara canta desde las mismas entrañas en las que nacen los sentimientos que genera al escucharla dentro de nosotros.



"Mira el techo abierto, tu corazón inmóvil
está a punto de partirse en millones de colores
y vas a morir en este momento.
Serás afortunado si no deja de doler..."

(El lugar donde viene a morir el amor.- Zahara)