lunes, 31 de octubre de 2011

El "milagro" Vetusta


Como ya hicieron la última vez en Territorios, Vetusta Morla se fueron sin cantar Al respirar y yo me quedé con las ganas de dejarme por enésima vez la garganta durante el concierto. Pero a esas alturas ya casi no importaba ser quien ponga el aire, teniendo en cuenta que acababan de dejarnos durante casi más de dos horas sin apenas respiración.

Abrieron con Los días raros, acaso mi favorita de su último disco y perfecta para un comienzo de concierto; guiada por ese teclado casi hipnótico al que se van sumando los demás instrumentos en una cadencia asombrosa y precisa como el engranaje de un reloj. Y fue un aviso de lo que nos encontraríamos durante todo el concierto: la voz de Pucho en plenitud (salvo un par de instantes de duda que hicieron -falsa alarma- temer por su integridad esa noche), una banda de sonido tan denso -y no obstante, limpio- como pletórico (especialmente brillantes los teclados y la batería marcando el ritmo en esa apertura) y un público entregado desde el primer acorde. La interpretación fue arrebatadora hasta el punto de que más parecía uno de los bises que el principio del concierto. Pero, afortunadamente, era tan sólo el comienzo.


A partir de ahí, desgranaron sin apenas descanso un repertorio basado mayoritariamente en temas de su segundo trabajo (Mapas) a los que dotaron de una energía en muchas ocasiones superior a la ya mostrada en el disco. A ello contribuyó notablemente el aporte del público, rabioso por corear cada estribillo y aplaudir con fuerza en cada canción, haciendo imposible que no sucediera una comunión casi perfecta con la banda. Y lo cierto es que me sorprendió la robustez de un setlist en el que entraron todas las canciones de su nuevo disco, ése que -en general- parecía despertar más dudas que el de su debut. Sin embargo, en directo apenas se resintió de la aparente "irregularidad" que en ocasiones me transmitía Mapas al escucharlo. Claro que, evidentemente, no estamos hablando de unos novatos en esto de dar conciertos, y Vetusta mezclaron muy hábilmente su nuevo trabajo con grandes "trallazos" de Un dia en el mundo, como la canción homónima, Copenhague, Rey sol, Sávese quien pueda o Valiente (estas dos últimas encadenadas sin apenas un instante de silencio entre medias, en uno de los momentos álgidos de la noche).

Mucho se les ha criticado desde ciertos sectores si eran un grupo que se había vendido al éxito o si precisamente el revuelo creado tras el sorprendente (casi milagroso) boom de su disco de debut podría haberlos perjudicado para abordar su segundo álbum. Y sinceramente, si alguien tiene dudas al respecto de su música, que (se) haga el favor de escucharlos en directo. Podrán achacarles que recuerdan en ocasiones más o menos a Radiohead -banda a la que no cabe la menor duda que admiran, pues sus melodías y especialmente las secciones rítmicas remiten a ellos de forma recurrente- o que la voz tan personal de su cantante te transmita más o menos (sobre gustos no hay nada escrito, claro...), pero lo que es indisctutible es que estos tipos se lo dejan todo en un escenario. Y que lo hacen bien, muy bien incluso. Que el sonido que consiguen es realmente impecable (cómo se agradeció esta vez que el recinto fuera un lugar acondicionado para música en lugar del descampado utilizado en el Territorios), y haciendo una música que dista bastante de los cánones imperantes entre los grupos de este país. Podrían fácilmente haber seguido la senda del hit inmediato que tan bien exploraron en su primer disco y, sin embargo, han optado por abrir otros caminos a nivel melódico y rítmico, con canciones de mayor complejidad en su desarrollo. Y no contentos con ello, además las llevan al escenario con precisión y energía, mejorándolas con una mayor potencia en las guitarras y una batería imparable que tira de las canciones en casi todo momento. No es que lo tuvieran difícil para que el público se volcara (había una predisposición total por nuestra parte), pero a fe que sobre el escenario se ganaron todo el entusiasmo generado con una actitud que para sí quisieran muchos grupos infinitamente más radiados o con más años sobre las tablas (y más ceros en la cuenta corriente por la venta de sus discos).


A pesar de la duración del concierto (cercana a las dos horas), creo que todos nos quedamos aún con ganas de más después del cierre apoteósico en el que encadenaron Un día en el mundo (acaso una de sus canciones más exitosas) y la frenética La cuadratura del círculo, en la que a Pucho asombrosamente aún le quedaba voz (estuvo a un nivel realmente impresionante durante todo el concierto) para seguir haciendo alardes e incluso escucharse por encima de un auditorio completamente entregado a corear a una banda que demostró que, para ellos, hacer música y compartirla con su público aún sigue siendo lo fundamental, por encima de ventas, posturas o etiquetas.

Y, aunque -como dijo el propio Pucho- hacer música en estos días sea "casi un milagro", que sigan así por mucho tiempo. Y que nosotros lo veamos.