miércoles, 12 de mayo de 2010

Memoria de un poeta


”Un duelo salvaje advierte
lo cerca que ando de entrar
en un mundo descomunal,
siento mi fragilidad…
Vaya pesadilla, corriendo
con una bestia detrás.
Dime que es mentira todo,
un sueño tonto y no más.
Me da miedo la enormidad
donde nadie oye mi voz…”

(Lucha de gigantes.- Antonio Vega)



Puede que haga unos seis o siete años que grabé aquella cinta –un cassette de los de toda la vida- en el equipo de música comprado un par de meses antes. Era por aquel entonces la única con duración de 90 minutos que tenía, y puse a grabar el concierto básico que emitían una tarde/noche de domingo en aquel verano. Emitieron el Básico de Antonio Vega y aquel concierto se quedó grabado en la cinta para siempre. Como sólo duraba una hora, poco a poco fui rellenando el tiempo restante con más canciones. Un día emitieron un programa en M80, en el que Santi Alcanda hablaba de poetas urbanos o algo similar, y “pinchaba” canciones de Enrique Urquijo, Antonio Vega y Quique González. Creo que fue en aquel programa en el que escuché la versión de Bajo la lluvia (un directo en Bilbao) por la que poco tiempo después me compré Salitre48. Eran tiempos en los que aún no tenía internet, así que recopilaba música “artesanalmente” conforme sonaba a través de la radio. Hace algo más de dos años que perdí aquella cinta, y no puedo evitar echarla en falta cada cierto tiempo cuando recuerdo que no puedo volver a escucharla. Había pasado -casi inmediatamente- a convertirse en mi favorita de entre todas las que había grabado en esa época. A pesar de que no estaban todas las canciones del Básico de Antonio, y de que Enrique sólo tocaba con Los problemas (en lugar de hacerlo con Los Secretos, por los que yo lo conocía hasta entonces). A pesar de que seguía faltando un dueto, porque Quique y Antonio nunca habían colaborado hasta entonces y ya nunca vayan a poder hacerlo.

Hoy hace un año que murió Antonio Vega, víctima de un cáncer de pulmón a la edad de 51 años, y aunque es cierto que desde hace bastante tiempo ya era casi un fantasma de sí mismo, es inevitable sentir una cierta -y honda- tristeza dentro de uno mismo por su pérdida. Aunque en los últimos tiempos ni siquiera pudiera verlo cantar porque me daba una lástima enorme comprobar el estado en el que se encontraba, me alegraba saber que seguía dando conciertos, haciendo que la música formara parte de su vida como siempre lo ha sido ella -su propia vida- de sus canciones de forma triste y hermosa hasta cotas difícilmente explicables sin conocerlas. Y es inevitable, sin embargo, la tristeza; porque cada vez que se muere un poeta -sólo hay que prestarle atención a algunas de sus canciones para disipar las dudas acerca de que Antonio lo era- las palabras se nos quedan un poco más temblorosas de lo habitual, tiritando de ese frío repentino que provoca su ausencia y la triste certeza de que él ya no volverá a poder elegirlas para ser parte de alguna de sus maravillosas canciones.

E igual que no podré olvidar nunca aquella cinta aunque se perdiera, tampoco olvidaré nunca la música -la poesía- de Antonio Vega, por más que ya haga un tiempo que se ha ido definitivamente a descansar en su particular y eterno sitio de recreo.



”Donde nos llevó la imaginación,
donde con los ojos cerrados
se divisan infinitos campos.

Donde se creó Ia primera luz
germinó la semilla del cielo azul,
volveré a ese lugar donde nací .

De sol, espiga y deseo
son sus manos en mi pelo.
de nieve, huracán y abismos
el sitio de mi recreo.

Viento que en su murmullo parece hablar
mueve el mundo y con gracia lo ves bailar
y con él el escenario de mi hogar.

Mar bandeja de plata, mar infernal,
es un temperamento natural ,
poco o nada cuesta ser uno más.

De sol, espiga y deseo
son sus manos en mi pelo,
de nieve, huracán y abismos
el sitio de mi recreo.

Silencio, brisa y cordura
dan aliento a mi locura.
Hay nieve, hay fuego, hay deseos
allí donde me recreo.”