miércoles, 14 de abril de 2010

De riesgo y fábulas


(Zahara y los fabulosos; Sala Malandar, 19/03/10)


Uno de los riesgos de acudir a un concierto de Zahara es saber que tal vez no encuentre las palabras necesarias para transmitir las sensaciones que crean en mí sus canciones. Sin embargo, quizá sea justo por eso que uno se siente en deuda con ella para tratar de buscarlas -pase el tiempo que pase- desde que ella se ha bajado del escenario.

Pero si hablamos de riesgo, hay sin duda otro mayor en sus propias canciones: el de encontrar de pronto palabras atravesadas, a medio camino entre el corazón y la cabeza unas, otras quizá clavadas en el pecho y, quién sabe, alguna incluso caída al suelo desde la cicatriz -cerrada o no- de cualquier herida. Si nos dejamos llevar por lo que suena en la radio o las etiquetas –las odiosas etiquetas- que la clasifican en un determinado sonido “alegre” o “fresco” quizá no sea lo habitual, pero sí probablemente lo esencial, lo verdaderamente perdurable. Es cierto que Zahara tiene una gran habilidad para tocar canciones extraordinariamente bonitas. Y lo son en el mejor sentido del término, en la mejor tradición pop: sencillas, rítmicas, alegres y pegadizas. En ese sentido me recuerda siempre a grupos como Travis (uno de mis favoritos), y con el sonido eléctrico de su banda –especialmente ahora- las ha dotado de una fuerza con la que es materialmente imposible quedarse quieto al escuchar temas como Merezco, Chica pop, la canción más fea del mundo o Zapatos rojos.



Sin embargo, no es ahí donde radica el mayor talento de Zahara. Su verdadero fuerte, la razón esencial por la que merece -y mucho- la pena ir a verla está en volcar el corazón en las palabras, en entender la música como una emoción incontenible y en cantarla –vivirla- con toda la pasión necesaria. En estremecerte con algo tan sencillo y tan complejo como dos puñeteros versos en los que sientes su dolor y el tuyo con toda su crudeza y su hermosura. Si hay algo por lo que definiría a Zahara es porque –incluso pareciendo a veces casi salida de un cuento- es imposible no creértela cuando canta canciones como Photofinish, Con las Ganas o El lugar donde viene a morir el amor. Porque, a veces, escribe canciones que relativizan etiquetas o conceptos: no es una cuestión de calidad, de estilo o de belleza. Es una cuestión de necesidad, de autenticidad, de emoción.

Quizá ése sea en realidad su secreto: Zahara canta desde las mismas entrañas en las que nacen los sentimientos que genera al escucharla dentro de nosotros.



"Mira el techo abierto, tu corazón inmóvil
está a punto de partirse en millones de colores
y vas a morir en este momento.
Serás afortunado si no deja de doler..."

(El lugar donde viene a morir el amor.- Zahara)

2 comentarios:

zahara dijo...

es precioso.
gracias
:)

Dawn dijo...

moló el conci sí... esta chica escribió un mes justo tras mi cumple jeje. besotes undergrounds...