domingo, 14 de junio de 2009

Corazón en la garganta.



Quizá no fuera algo premeditado, pero cuando Zahara se disfrazó de Dorothy y sacó sus Zapatos rojos -–siempre del último cajón- quizá eligió la mejor manera posible de empezar a contar –a cantarnos su fabulosa historia en la noche del sábado. Recuerdo que la primera vez que la escuché, esa canción me pareció una auténtica maravilla y una de las mejores muestras de lo que sabe hacer Zahara con sus melodías y su voz, de cómo es capaz de transportarnos a otra parte de forma casi mágica, de –parafraseando su propia letra- darle cuerda al reloj que nos falta en el pecho sin que podamos llegar a querer quitárnoslo. Una de esas canciones que, en mi opinión, no debería haberse quedado fuera de su disco pero a la que ella hizo justicia tocándola precisamente para abrir el concierto. Porque en cierto modo no había mejor manera de adentrarse en su particular fabula que hacerlo con una canción inspirada en otro cuento, de manera que a través de sus notas Zahara consiguió lo que la protagonista del Mago de Oz hacía precisamente al chocar entre sí sus zapatos: apenas había comenzado el concierto y ya estábamos en otro mundo, uno mucho más hermoso, más cercano a la fantasía que a la propia realidad.

Sonó también Merezco tras comunicarnos –de nuevo- que había sido elegida como canción oficial de la Vuelta ciclista, y su título se hizo más justo que nunca porque cuando ves a alguien con esas ganas de comerse el mundo con sus canciones a cuestas es imposible pensar que ese reconocimiento no sea merecido. Volvió a explicar la curiosa y divertida –al menos para ella- intrahistoria de La canción más fea del mundo –a la que por el contrario no le hace justicia su título-, que sonó tan bonita como de costumbre cada vez que la canta, y esta vez fue aderezada con una interpretación llena de continuos gestos entra Zahara y su bajista Alfonso (también llamado en ocasiones “Alfondo” xD) que la hizo incluso más adorable de lo que ya es habitual. Si bien cada una de las veces en que he visto a Zahara en directo transmitía una felicidad contagiosa, quizá fuera ésta en la ocasión en que más la haya visto disfrutar en el escenario, con un brillo especial en los ojos casi húmedos por momentos (que quizá nada tuviera que ver con el sudor/barniz achacable al calor ambiental xD) y, especialmente, con un punto de emoción a flor de piel que acompañado de su tradicional naturalidad la hacía esta vez incluso algo más linda que en otras ocasiones. Si tuviera que definir esa sensación al verla quizá no hubiera mejor forma de hacerlo con robándole la frase final en su voz pletórica en Olor a mandarinas, cuando canta esa parte de flotar y brillar, irradiar, alumbrar porque, tal vez, era precisamente eso lo que desprendía Zahara esa noche: tenía tal brillo sobre el escenario que nadie que la hubiera visto cantar podría negarse a dejar que su voz se metiera dentro de forma tan natural a como lo hace la luz del sol al abrir los ojos por la mañana.

Y sin embargo, aún no era tiempo para despertar del sueño esa noche sino de seguir arropado por los cantos de Zahara, con una versión estremecedora de Piscinas en verano (otra de las grandes joyas que se quedaron fuera del CD), creciendo poco a poco hasta un final apoteósico de los instrumentos junto a una voz irresistiblemente incontrolada digna de una sirena. O con un final maravillosamente inesperado que adelantó Con las ganas, dejándola sin opciones de convertirse de nuevo en cierre inolvidable de una noche memorable como aquella última en que la terminó cantando a pesar y por encima de todos los contratiempos, con dos estrofas completas en absoluto silencio que dejaron a toda la sala con la boca abierta y a ella con el corazón en la garganta. Y sonaba después para –en principio- acabar Funeral y a mí parecía que ya iba a ser imposible repetir un cierre como aquél, a pesar de que se trate de una canción maravillosa, con su letra tan cargada de emoción y un ritmo frenético digno del mejor final de concierto, con toda la sala bailando y la propia Zahara alzando sus brazos casi tanto como la voz.

Pero quedaban los bises para que volviera y cantara, cómo no hacerlo en esta gira y con él entre el público, Chico fabuloso. Para un último arrebato de simpatía y encanto sobre el escenario al ponerse sus características gafas de sol con forma de corazón para cantarla y señalarlo al decir mi lado favorito de la cama eres tú. Y sobre todo para despedirse, una vez más, de una forma absolutamente memorable. Porque Zahara se volvió a quedar a solas sobre el escenario y comenzó a entonar esa maravillosa canción llamada Adiós, escrita para despedirse de Granada, donde vivió tantos años. Y pocas cosas duelen tanto como despedirse -y son a la vez tan hermosas- cuando se quiere tanto aquello de lo que uno se despide.

Y entonces, la niña grande de la sonrisa linda volvía a tener los ojos húmedos mientras cantaba para despedirse diciéndonos Adiós con el corazón clavado maravillosamente en su garganta.

No hay comentarios: